La primavera ha llegado. Eso pienso cada vez que escribo la
fecha. Hoy ya es 1 de Junio. Pero yo sigo con botas y vestido de invierno.
Lo mismo que en la calle ocurre en mis clases: que tampoco
ha llegado la primavera, el esfuerzo del otoño e invierno está causando
estragos en los chicos y en mí. Y a pesar de que el verano se ve ahí cerquita
aún no se respira la tranquilidad de esos días de descanso, con días largos de
playa y sol, y noches al aire libre.
Y por eso llueve, llueven quejas, caen como chuzos de punta,
las calificaciones, el exceso de trabajo, las injusticias, quizás no todos se
quejan, quizás todos tienen ganas de quejarse, pero sólo unos pocos lo dicen.
La verdad, es que no lo sé, lo único que sé es que efectivamente el año
académico es duro y largo y que cada vez que entras en clase llueve.
Pero lo es para todos. Yo también llevo acumulado, las horas
de trabajo, en la noche, los fines de semana, el sacrifico de tener que dejar a
Lucía para buscar huecos para preparar las clases. Y parece que la ilusión de
los primeros días se está diluyendo.
Este año, ha supuesto para mí, un cambio muy importante en
mi vida. Si contamos que la mayor parte de mi vida he estado sentada, RECIBIENDO
clases. En esta ocasión, me tocaba ponerme delante a mí. Y en ocasiones he
sentido que la RESPONSABILIDAD era tan grande, que no veía posible terminar.
Había dado cursos para adultos, pero ninguno dentro del sistema educativo y
nunca con chavales “adolescentes”. Y eso cambia mucho las cosas.
Es difícil contar en unos pocos párrafos todo el mundo de
sentimientos que se han removido en mí estos meses. No son sólo son las clases,
es lo que envuelve ahora mi vida, que hace que me comporte en clase de esta manera.
He revivido y mirado hacia atrás, pensando cómo me sentía yo cuando estudiaba.
Me he planteado muchas veces cual es la educación que quiero para Lucía. Y ahora que se acaba
el curso, me paro reflexionar si lo hice bien con estos chicos o no.
Empecé tan fuerte hablando de emprendimiento, de sueños,
de objetivos, de que en la vida no todo era tener un título, que en ocasiones
me sentía fuera de sitio. No lo hacía queriendo. Simplemente les trasladaba lo que
me salía de dentro. Y no me daba cuenta d que ni siquiera les pregunté si
querían oir hablar de eso.
No soy ese tipo de persona que puede ser una cosa en casa,
otra en el trabajo otra con los amigos. Así que me salía de dentro, sin pensarlo.
He tenido que hacer un recorrido en mi vida, para darme
cuenta de que no he sido feliz en el sistema educativo. He estudiado una
carrera que no me gustaba, he luchado durante 7 años por algo en lo que no
creía. Simplemente por encontrar un puesto de trabajo.
No me arrepiento de haberlo hecho, porque esa es mi historia
y es también la que me ha llevado aquí.
Pero la realidad es que cuando yo terminé de estudiar,
estábamos empezando a entrar en la tan nombrada “crisis” y eso sumado a mi poca
experiencia laboral, me hicieron disfrutar de mis trabajos. Pero a la vez,
tampoco era feliz 100%, sueldos “bajitos”, poco tiempo libre. Pero, era lo que
había.
Cuando nació Lucía asumir “es lo que hay” ya no era tan
fácil. Así que en resumidas cuentas, me hice responsable de lo que ocurría en
mi vida. Y la palabra EMPRENDER sonaba cada vez con más fuerza en mi cabeza.
EMPRENDER, EMPRENDER…
Siempre digo que todavía no estoy donde me gustaría
estar. Que es con la libertad suficiente
para tener tiempo para dedicarme a mi hija y a mi familia y no depender de un
puesto de trabajo con un horario limitado.
Y quizás alguno pensará que si eso es lo que quiero, que
deje mi trabajo y que me ponga 100% a luchar por esa independencia. Y la verdad
es que a veces pienso, que estoy en el lugar equivocado.
Pero la realidad es que no. La realidad es que quiero estar
aquí, quiero que siga lloviendo en mis
clases, quiero formar parte de una nueva manera de entender la educación. Esa
que también entiendo que tiene que cambiar para mi hija. Una en la que obtener
títulos no sea el único camino, y en la que el crecimiento de la persona tenga
una parte importante.
Una nueva manera de entender la
educación… y no es una utopía, porque lo veo, porque lo siento en otras
personas. Porque hay más gente como yo, que lucha por una nueva manera de
entender la educación para sus hijos y para sus alumnos.
Algo que parece tan fácil, pero que a la vez no lo es. Porque una cosa
es querer y otra saber cómo hacerlo. Tampoco tiene que ser mejor, ni peor, sino
simplemente diferente. Porque (y esta es mi frase preferida desde que dos
años): NO HAY DESARROLLO PROFESIONAL SIN
DESARROLLO PERSONAL. Y eso lo deberíamos de cuidar desde chiquitos: primero lo
personal y luego lo profesional.
Y eso es lo que yo intento cada día, crecer como persona, aunque a veces no siempre lo consiga y me sienta chiquita, como cuando llueve en mis clases...
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